Canal Roya, como magnífico ejemplo de valle pirenaico de alta montaña, atesora numerosas turberas, tanto en el paraje denominado La Rinconada como en su cabecera en los ibones de Anayet.
Estos terrenos pantanosos donde el pie se hunde, mitad humedal y mitad pasto, se caracterizan por la presencia de suelos permanentemente encharcados debido a las frecuentes precipitaciones o a la presencia de corrientes de agua que llegan a un lugar de bastante poca pendiente.
Estas zonas planas se forman habitualmente por la colmatación con sedimentos de un antiguo ibón. Por ejemplo, el ibón grande de Anayet se encuentra en pleno proceso de colmatación, por lo que la mitad de su superficie está ocupada por una turbera.
El suelo de las turberas, al estar siempre anegado, apena se oxigena, razón por la que se acumula la materia orgánica sin descomponer para transformarse gradualmente en la turba, un tipo de carbón que da nombre a estos ecosistemas. Es un suelo además pobre en nutrientes, lo que hace que albergue una fauna y flora muy especializada.
Si hablamos de flora, podemos destacar la presencia de plantas carnívoras (como la atrapamoscas y también la grasilla), musgos, cárices, la espiga de agua cerca de las fuentes de agua o la hierba centella en las orillas. En cuanto a la fauna, es el paraíso para anfibios como la rana bermeja o los tritones (pirenaico y palmeado).
El valor de las turberas, además de ser refugios de biodiversidad, reside en su condición de libros de historia en tanto en cuanto almacenan polen junto con la materia orgánica. De este modo se puede identificar las especies de plantas que durante milenios han producido este polen y estudiar las tanto las variaciones del clima pasado como los orígenes de los usos pastoriles y forestales del ser humano.
