ANTIGUOS PROYECTOS QUE NOS PONEN LOS PELOS DE PUNTA

La historia y la hemeroteca nos ofrecen casos de proyectos de construcción de infraestructuras en entornos naturales especialmente valiosos que, analizados con una visión retrospectiva tiempo después, nos asombran por el destrozo que producirían y nos generan una sensación de gratitud a aquellas personas que se movilizaron y lucharon para frenar semejantes despropósitos.  

Estos proyectos tienen varias características en común: suelen ser presentados por empresas ligadas a potentes inversores externos al territorio, están avalados por dirigentes regionales o locales, se suelen asociar a una exigua (aunque a veces inflada) oferta de puestos de trabajo (con promesas de desarrollo local) y reciben como respuesta una movilización social que al final fuerza a las administraciones a crear figuras de protección para la conservación de estos espacios naturales. Parece que el tema nos está empezando a sonar.

El Tajo del Cañón de Añisclo visto desde Sestrales. Foto: Carlos Ruiz

Vamos a desarrollar aquí dos ejemplos. El primero es la construcción de un embalse en el cañón de Añisclo, proyectado en 1971 por Hidronitro para surtir de energía eléctrica a su fábrica de Monzón y autorizada por el régimen franquista. El impresionante paraje conformado por una grieta que supera los mil metros de desnivel en su tramo final quedaría sepultado bajo las aguas, tal como había sucedido con muchos otros lugares altoaragoneses.

Por primera vez desde la Guerra Civil, se movilizó la sociedad civil (clubes y federaciones de montaña, Diputación provincial, ICONA, asociaciones naturalistas y personajes célebres como Félix Rodríguez de la Fuente) y mostraba abiertamente la oposición a semejante proyecto, algo que inauguró una visión conservacionista del Pirineo alternativa al desarrollismo imperante hasta entonces. El resultado final ya lo conocemos: en 1982 se decretó la ampliación del Parque Nacional de Ordesa a tres sectores más, incluyendo el Cañón de Añisclo al completo, junto con el macizo calcáreo del Monte perdido.

El glaciar de Aneto a principios de los años 90 del siglo XX. Foto: Carlos Ruiz

El segundo caso es la proyección, en los años 70 y 80 del pasado siglo, de una estación de esquí de verano en el Glaciar de Aneto como parte de un proyecto más ambicioso para el invierno y con la participación de capital madrileño e israelí. Hay que tener en cuenta que entonces estas masas de hielo tenían un aspecto mucho más lustroso que en la actualidad (ya al borde de la desaparición), lo que demuestra cómo el cambio climático impone fecha de caducidad a los proyectos relacionados con el mundo de la nieve. En el año 1994 se declaró el Parque Natural Posets-Maladeta, que incluía (y protegía) los glaciares y las cumbres en las que se ubicaban.

Como podemos notar, en la actualidad la historia se repite (siempre lo hace para el ignorante) con Canal Roya y siguiendo los mismos pasos: intereses externos, aval de dirigentes autonómicos y caciques locales, movilización ciudadana, paralización del proyecto,… Sólo queda la etapa final: la declaración del Parque Natural de Anayet-Partacua, que incluya Canal Roya. La Historia nos demuestra que puede ser así y permitirá que nos ganaremos la admiración de unas futuras generaciones que se asombrarán de lo que se quería hacer.

Enlaces:

https://elpais.com/diario/1976/07/06/sociedad/205452004_850215.html

http://www.jolube.net/pub/articulos/treserols8.htm

http://www.climaynievepirineos.com/foro/viewtopic.php?t=2355

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